Ya Aristóteles en el siglo IV antes de nuestra Era diseñaba la esencia de la inteligencia emocional: saber con quién, con qué intensidad, en qué momento, por qué motivo y de qué forma debemos emocionarnos.
Podemos aplicar este planteamiento no sólo a la furia, sino a cualquiera de nuestras emociones, incluso a las positivas, así podríamos decir:
"Cualquiera puede apasionarse…eso es fácil. Pero estar apasionado con la persona correcta, en la intensidad correcta, en el momento correcto, por el motivo correcto, y de la forma correcta… eso no es fácil.”
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